Aquella tarde, papá, regresó a la tumba entristecido. Noventa minutos antes, junto al resto de la afición, lanzaba cánticos de apoyo a su equipo. Tras el pítido inicial, suspiraba en cada ocasión fallida, protestaba las decisiones injustas, aplaudía a los suyos, gritaba al resto e incluso se le escapaba algún que otro insulto. En el descanso, ya ni uñas le quedaban. Y a cinco minutos del final, creyéndose invisible, saltó al terreno de juego. Le arrebató el esférico al portero rival y de tacón, con maestría, lo introdujo en el fondo de la red. Pero el árbitro no se dejó impresionar: tarjeta roja directa y expulsión.
David, ¿por qué? No lo entiendo, ¿por qué? Veo villarato en todo esto.
ResponderEliminarMuy bueno y con sentido el humor este micro de REC. Has sabido salirte del guion establecido.
Abrazos.
En el más allá no hay fútbol que tenía que venir aquí ¿? jeje Saludos
ResponderEliminarDe todos los de tumbas, este tuyo es el que mejor rompe los discursos que casi todos hemos seguido.
ResponderEliminarUn diez para la interpretación de este espontáneo futbolero.
Un abrazo.
¡Me has hecho reir, David!
ResponderEliminarMe parece de una creatividad soberbia cómo resuelves el relato a partir de la frase inicial, del todo puñetera.
Me he divertido mucho.
Un abrazo,
Muy divertido, se sale del tema de muertos que la frase parece traer.
ResponderEliminarBesitos
Después de muertos también fútbol? Pues me niego a morirme...
ResponderEliminarBien hilado este partido.
Besos desde el aire
Jajaj, si es que el fútbol es lo que tiene... Este mundo está enganchado y veo que el otro también.
ResponderEliminarUn abrazo.
Como dice Nicolás, esto es villarato en toda regla. Basta ya...
ResponderEliminarSaludos.
Creo que a algunos el fútbol les lleva a la tumba y a la mayoría a la tumba iríamos con el fútbol.
ResponderEliminarBien visto David.
Me imagino a tantos abuelos y padres que ahora les encantaría ir al fútbol a ver a Messi (o Ronaldo). Esos sí podrían comparar con las viejas glorias. Deberían hacer un domingo de tumbas abiertas. No creéis.
Abrazos
Es que los árbitros están acostumbrados a muchos fantasmas.
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