Primero la mala costumbre que empezó a exhibir su primer hijo de tragar cuchillos. Luego la niña barbuda que asomó en el segundo parto. Y finalmente, la pareja de siameses visualizada en la ecografía del tercer embarazo confirmaron las sospechas: demasiadas visitas al circo.
David, y es que dime con quien andas y te diré quien eres. En este caso, parece que se impregnó del mundo del circo y sus personajes.
ResponderEliminarMuy bueno.
Abrazos.
Pero mira tú, lo que da de sí esto del circo!!. Lo digo porque sois varios los que escribís sobre él.
ResponderEliminarEste sin duda, por lo breve y conciso, por el humor del que se impregna ( a mí me parece muy gracioso ) y por ese final, merece un sonoro aplauso desde la grada de la izquierda (donde se sienta el hijo adoptado con nariz de payaso a quien nunca reconoció como propio).
Besos desde mis palabras.
El algodón...digo, la carpa no engaña.
ResponderEliminarSaludos.
Demasiadas visitas y bien aprovechadas por lo que se ve.
ResponderEliminarUn saludo
Al circo nadie puede resistirse, ni tú para escribir sobre él, ni la protagonista, que podrá montar como siga así, su propio circo. Divertido y fresquito. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Me has hecho sonreir, David!
ResponderEliminarUn abrazo,
El circo se suele llevar en la sangre, pero no hasta ese extremo. A mí me encanta el cine de terror; espero que mis hijos no me salgan unos sádicos.
ResponderEliminarUn saludo.
Pensé que eran señales divinas para hacer un circo, aunque tengo que decir que ese final laico le va muy bien.
ResponderEliminarUna perta.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarYo pensando que iba a montar un circo, y resulta que la que montaba, y mucho, era ella...
ResponderEliminarEl ulti.