Imagen de Elena Ramírez (Lena Diseño)
Sobresaltada, se incorpora y enciende la luz de la mesilla. Mira hacia la cuna y se le escapa un grito de terror: el bebé ha desaparecido. Una mano a su lado intenta tranquilizarla. Treinta años después aún cree que en verdad existió.
Desde luego que es una historia de terror. Los pelos como escarpias me ha puesto.
ResponderEliminarAbrazos consoladores.
A veces los vacíos ocupan tanto espació que es imposible negarlos.
ResponderEliminarBien retratado gran jefe.
Me ha recordado a uno que escribí en el que la protagonista se despertaba al escuchar llantos de bebé.
ResponderEliminarYa sé que no comentas por aquí pero sí en ENTC. Quizá lo intente por allí. Saludos desde tu tierra.
Buen final. Triste y casi paranoico. Saludos
ResponderEliminarConciso y no sé decir si el final es menos o más cruel que el esperado.
ResponderEliminarPobrecita. El cruel es el marido, que sabiendo de sus pesadillas, le colocó una cuna vacía para volverla un poco loca. Aiiinnnss ¡qué vida!. ;)
ResponderEliminarBesos desde mi domingo de solete.