Imagen tomada de la Red
Había brotado, en medio del huerto, un imponente piano de cola y en
el alféizar de mi ventana dormía un unicornio azul. Comprobé que mis dos
primeros deseos se habían cumplido, era un genio de fiar pero faltaba uno más y
esperé. Casi cuando el sol se estaba escondiendo comenzó a moverse la tierra
alrededor de las tomateras. Llamé deprisa a mi hijo y juntos vimos asomarse
unas manos seguidas de unos brazos y un cuerpo que arrastrándose no tardó en
alcanzar las teclas del piano. Allí sentado fue tomando forma y en sus primeras
notas nos emocionamos mucho. El abuelo regresaba al mundo de los vivos como si
nada.
David, juega muy bien este micro con lo que se cuenta y con lo que no, además de un buen título y una sorpresa final.
ResponderEliminarBuen REC.
Abrazos.
Hola David. Muy visual. Tal y como lo has contado cuesta poco imaginárselo. Mucha suerte para los próximos.
ResponderEliminarMuy visual el texto, quiero decir.
ResponderEliminarSon curiosos esos tres deseos, muy curiosos, hechos con corazón.
Hay deseos más difíciles de cumplir que otros David, tú lo consigues como si nada.
ResponderEliminarAbrazos.
Un final muy tierno y emotivo. Me gustó.
ResponderEliminarMuy buen texto, David, pero me has hecho pensar...
ResponderEliminarMe imaginé que la misma situación podría ser lo más hermoso y lo más horroroso, los psicoanalistas usan un término muy adecuado para esas cosas que están en el límite; ominoso.
Un fuerte abrazo.
HD