De siempre los marineros se ven
atraídos por las sirenas y sus cantos. Tan rápido las oyen empiezan a
confundir las indicaciones de los astrolabios, pierden el rumbo, se enamoran.
Antaño, cuando el mar era infinito, era menos
peligroso surcar cada ola hacia tan dulces melodías. Pero el asfalto de la
gran ciudad ganó terreno. Y sin darnos cuenta entre nosotros habitan marineros atrapados
en el laberinto de rascacielos, desorientados por las luces fluorescentes. Llegaron
atraídos por cantos de sirenas desesperadas, sirenas sin escamas, de
ambulancias, coches de bomberos y policía. Da pena verles tras ellas, sin rumbo
definido.
Es triste, sobre todo cuando las sirenas de ciudad capturan a algún que otro marinero extraviado. Hermoso texto. Saludos
ResponderEliminarDavid, desolador escenario, a la par que emotivo por esa transición tan bien llevada de la antigüedad hasta nuestros días.
ResponderEliminarSiempre vamos detrás de imposibles, es nuestro sino.
Abrazos.
Un relato triste muy bien llevado.
ResponderEliminarDe una tristeza que se mastica mientras se lee, David. Soberbio su entretejido de fantasía y realidad, con un ritmo y lenguaje perfectamente medidos.
ResponderEliminarAplausos, caballero.
Un abrazo,
Este micro libera desde el principio una atmósfera de pura melancolía. Amor, marineros, sirenas.. ingredientes que gustan. Saludos
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