Imagen tomada de la Red
Antes de cerrar siempre doy un último repaso. Son sólo cinco
minutos. Mientras recojo algún papel del suelo y apago luces observo que todo
está en orden. Anoche escuché también los rugidos a mi espalda de los últimos días; hice como si
nada y seguí adelante. Me fui sonriendo pensando que mañana me iba a tocar
despertarles y devolver al león enamorado a su jaula.

Me vas a tener que dar clases de cómo escribir historias que dejen sonrisas en la boca. A mí solo me sale provocar muecas amargas.
ResponderEliminarUn saludo
Una historia peculiar y tierna.
ResponderEliminarUna belleza, David.
ResponderEliminarAbrazos rugientes.
Qué bueno, Indio. Me gusta mucho y también me voy sonriendo, aunque no tenga rugidos a mis espaldas.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Fantástico, David! Estoy de acuerdo con Fernando. Me marcho con una buena sonrisa pegada al león.
ResponderEliminarUn abrazo,
Me gusta David. La sonrisa también me la llevo...y si das algunas clases de esas que te propone Fernando pues ya sabes...¡¡me apunto!!.
ResponderEliminarUn beso.
David:
ResponderEliminarMuy divertido, en pocas palabras has hecho sonreír a todos los que vinimos, bravo.
Por cierto, como no vengo tan seguido como quisiera, volver siempre me produce una sensación maravillosa de reencuentro.
Un abrazo.
HD