Imagen tomada de la Red
Un niño.
Un llanto.
Un llanto de un niño.
Un llanto de un niño abandonado.
La madre.
La sombra.
La sombra de la madre.
La sombra de la madre que huye.
Siempre.
Un llanto de un niño abandonado siempre alcanza a la sombra
de la madre que huye.

Excelente, David. Chapeau.
ResponderEliminar¡Bravo, David! Pieza de antología.
ResponderEliminarCon tu permiso -e incluso sin él- me lo llevo para difundirlo.
Un abrazo,
¡Bravo! ¡Crudo! De los que remueven las tripas.
ResponderEliminarUff. Tremendo, David.
ResponderEliminarBrutal. Tiene eso que tienen los cuentos no se pueden olvidar, nunca.
ResponderEliminarMuy bueno, David, me ha encantado. Una pieza de pedazo de escritor.
ResponderEliminarEnorme. Me encantó.
ResponderEliminarMagníficos hachazos en la conciencia. Seco, certero, inolvidable como ya te han dicho.
ResponderEliminarAbrazos
Está claro que quien lee este microrrelato no se queda impasible. Para remover conciencias. Saludos.
ResponderEliminarNo puedo añadir nada más de lo ya dicho. Excelente.
ResponderEliminarNada que decir...
ResponderEliminarUn saludo.
Revuelve, envuelve, remueve. Soberbio.
ResponderEliminarDuele
ResponderEliminarDoy fe de que Pedro lo compartió. Como me fío de su buen gusto, me dejé llevar por el entusiasmo con el que nos invitaba a leerlo. Y vine. Y me pareció buenísimo, de aquellas piezas que ni vale la pena desmenuzar. Buenísimo y punto. De antología, como dice Pedro.
ResponderEliminarDe persecuciones. Qué bueno David.
ResponderEliminarUn abrazo
Excelente, felicidades
ResponderEliminarGracias a todos por la acogida de este micro y gracias a Pedro por su entusiasmo y difusión allá donde sea.
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Una maravilla telegráfica.
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