Imagen tomada de la Red
Lorena recuerda con nostalgia a su abuela, las carantoñas en los
dos mofletes con sus manos sedosas, el olor característico a tomillo que
desprendía y sobre todo las tortitas de leche que le preparaba al salir por las
tardes de la escuela. Pero también se acuerda de la extraña manera que tenía de
fregar los suelos, canturreando con los dientes apretados y zarandeando la
fregona de lado a lado con suma virulencia. Nunca lo entendió hasta que unos
cuantos años después, ella misma, llorosa, limpiaba el parqué del salón
mientras esperaba a que su marido llegara a casa de jugar la partida.

Un relato duro y de corte costumbrista.
ResponderEliminarEstá claro que el proceso de evolución de los hombres está muy atascado. Muchas cosas hay que cambiar, sobre todo en la educación formal y la visual (la de los padres ante los hijos). Un placer.
ResponderEliminarMe sumo a los comentarios de Miguelángel y Ximens y solo añado lo virtuoso de la transición que desarrollas en el micro, David.
ResponderEliminarMis aplausos.
Un abrazo.
Vaya que pobre, la historia se repite. Saludos
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