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jueves, 30 de julio de 2015

1944-1947

Ilustración de Juan Puñal

Sebastián dejó a su mujer e hijo al mando de la pardina y de los campos de labor correspondientes y se perdió en el monte. Ocultó sus miedos y sus huellas en una cueva que solo él conocía desde niño. Allí en otro tiempo se protegía de los azotes de su padre, ahora de la benemérita.
Los días y las noches transcurrían con la incertidumbre de no saber qué estarían haciendo su mujer e hijo.
Cuando se le acabaron los víveres que había almacenado, tuvo que alimentarse de semillas, hierbas, caracoles y algún roedor que lograba capturar. También el ánimo iba disminuyendo con el transcurrir de los amaneceres y atardeceres. Los recuerdos fueron agolpándose en su mente, que aunque entrenada, comenzaba a sucumbir por la angustia y la soledad de la cueva.
Muchos momentos pareció que iba a caer rendido pero finalmente lograba controlar las tentaciones de regresar al pueblo y arriesgar su destino. Se aferraba a la esperanza de lo pactado, su mujer era fuerte y resistiría, a quién querían era a él. Y así aguantó hasta que la amargura de tanta quietud le rebosó por los poros de su piel. En ese momento emprendió la vuelta, esperando encontrarse con sus seres queridos. Sin embargo, no halló ninguna señal de batallas, ningún camarada en los alrededores, solo gente extraña, la pardina desaparecida, silencio en Aínsa, en la Fueva, en Graus… los maquis y toda su vida se habían convertido en humo. La vida de resistencia en la cueva, le habían hecho perder la consciencia de los meses y años que habían transcurrido.


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Este microrrelato fue también seleccionado por el ilustrador Juan Puñal y aparece en el libro Cuenta que te cuenta hasta 150, del que ya os hablé no hace mucho.


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