Al otro lado de la ventana hace frío, mucho. Un bicho volador ha
conseguido entrar antes de que la cierre. Parece exhausto, no se mueve y
a mí no sé por qué me entran ganas de rematarlo. Miro a mí alrededor y
silbo para disimular el ruido que hace la suela de mi zapato, no vaya a
pensar alguien que soy el asesino sin escrúpulos que se esconde en el
barrio.
Pobres bichos, qué nos habrán hecho. Si pudieran contar nuestras inclinaciones, ese "no sé por qué", nos daríamos cuenta de que todos tenemos un pequeño asesino dentro.
ResponderEliminarBuen "despojo", David.
Es un instinto muy primario, muy animal: Defender el territorio.
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