Que despierte y encienda la luz, que salte de la cama y coja papel y bolí, que no sea perezoso. Que vamos, rápido y que no me entretenga por el camino. - ¡No entiendo a santo de qué vienen tantas prisas y a estas horas de la madrugada!-. Que si ya estoy listo, que te escuche bien. Que confíe en ti. Que copie lo que me vas a dictar. Que se trata de la historia de amor más bonita jamás contada. - ¿De amor? ¿Otra más?- Que dices que ninguna como esta, la de una musa enamorada de su escritor.
Los Sueños muertos obtuvo el I
Premio de Novela de Terror “Ciudad de Utrera”.
Se trata de una novela original
tanto en su distribución, repartida en capítulos cortos desde una página,
página y media las más, a tres o cuatro en otras y, en cuanto al fondo, a medida que nos adentramos en su lectura nos damos
cuenta de que no nos encontramos con un terror basado en sangre ni en monstruos
o fantasmas, sino que es un terror que va calando poco a poco por medio de la creación de atmósferas
asfixiantes.
Un libro con una estrella de cinco puntas que llega a través de los
siglos, una mansión, una biblioteca, un sótano, un enigma que resolver, ocho
palabras – ASTAROTH.
En Los Sueños muertos Francisco
Segovia demuestra su oficio, su poderío narrativo, poético en muchas de las páginas,
aborda incluso desde un punto de vista filosófico la muerte, el miedo a ella,
las fobias que nos rodean.
“No hay muerte
más bella que la que acontece de improviso, sin dar tiempo a lamentar las cosas
que quedan pendientes ni a despedirse de personas no queridas. No hay muerte
más terrible para el que la percibe desde fuera, que nunca acabará de entender
por qué la pérdida fue en ese momento, en ese segundo. No hay muerte más lógica
que la que llega a finales de verano, porque la vida se desprende de hojas
inservibles igual que el viento arranca aquellas ramas que ya estaban débiles o
astilladas. No hay muerte más injusta que la que deja en soledad a quien tuvo
siempre compañía.”
Quien busque una novela de cómoda
lectura se equivoca, Los Sueños muertos nos obliga a estar atentos a cada
detalle, a cada frase, detenernos en cada metáfora, para no perdernos en los
laberintos que representan la búsqueda del conocimiento vital. Y es aquí donde
Francisco Segovia lo apuesta todo al todo o nada, nos muestra la línea que
separa la excelencia del abismo para que seamos nosotros quien la recorramos
como lectores.
Los Sueños muertos. Fco. José
Segovia Ramos. Muy recomendable.
EL DESPERTAR
DE LOS MUERTOS
Murmuran entre
sí. Los ojos vidriosos miran a las hormas endurecidas de argamasa milenaria. El
vestido se agita sobre un cuerpo moviente. Hay un leve crujir de tela y de pies
descalzos que pisan el suelo frío. Se arrastran sobre el pentagrama pintado con
sangre y avanzan. La noche es espesa y llama a los muertos, aunque no haya
ventanas desde la que contemplarla.
“Astaroth”,
musitan los labios gélidos. El espíritu es poseído y la eterna condena vuelve a
tener un cuerpo que transitar por los páramos humanos. “Astaroth”, gritan las
almas condenadas a través de las puertas cerradas e invisibles. Los ecos de la
silenciosa llamada retumban en el silencio, y llegan hasta el último rincón de
la mansión, impregnándola de su fétido sonido. Fuera, bajo la luz de las
titilantes estrellas, el policía gira la cabeza y termina su último cigarrillo.
“Astaroth”, debería haber escuchado; pero para él solo ha sido un sonido
procedente del interior de la casa; donde no debería haber nadie.
Llevaba varios años buscando un lugar acogedor
para escribir, sin encontrarlo… hasta que un día terminé rindiéndome a la
verdad: que no existe nada parecido a un lugar acogedor para escribir. Que
escribir es, en sí mismo (tiene que serlo), lo contrario del hogar: un lugar
inhóspito, manicomial, un sótano con poca luz y humedad excesiva. Desde
entonces dejé de buscar, me conformé con lo que tenía, me relajé. Asumí que
escribir no es ese espacio apropiado para instalarse en él durante largas
temporadas, sino solo para hacer visitas breves, entrar y salir, y el resto del
tiempo pasarlo fuera y a ser posible lejos, cuanto más lejos mejor. Y en esto
–pero solo en esto- se parece un poco a la felicidad.
La primera vez recuerdo que fue un jueves
de abril en el cole, Sebastián se atragantó con el tapón de un bolígrafo y dos
enfermeros se lo llevaron en ambulancia. La siguiente, una noche en que la
abuelita Rosario no paraba de toser y toser. Otra, en el viaje de fin de
carrera, en aquella curva donde volcó un autobús.
Esta tarde he salido a pasear por el monte
con mi perro y nos ha sorprendido una tormenta. De nuevo ese maldito viejo
barbicano y jorobado está ahí, espero que no se percate de nuestra presencia.
No hay nadie más.
SOBRE UN VIDRIO MOJADO
Hoy me despierto temprano, enseguida noto
que nada es igual: el sol amanece por el oeste, no hay pájaros en la mañana,
las manecillas caminan hacia atrás y las calles no angostan el horizonte.
Esperanzado, desciendo las escaleras de dos en tres peldaños, corro hacia tu
portal sin importarme la lluvia que cae de abajo arriba y mientras grito para
mis adentros si me quieres o no, miro en dirección a tu ventana. En el
recorrido hasta ella, compruebo que en las demás el vaho ha escrito tu nombre,
y en la tuya, el mío, con un sí para soñar.
Estos microrrelatos participaron en la Copa ENTC organizada por JAMS. Hasta ahí llegué, apeado por Luis San José. En el primero, las instrucciones para elaborar el micro eran que en el título debía haber un color, en el texto incluir "Abril" y aparecer 6 personajes y en el segundo, el título debía ser obligatoriamente el título de la canción "Sobre un vidrio mojado".
1- El centro del aire. JOSÉ MARÍA MERINO
2- Técnicas de iluminación. ELOY TIZÓN
3- 14. JEAN ECHENOZ
4- Breve historia de la Conquista del Oeste. GREGORIO DOVAL