Entre los 22
jugadores, hay un infiltrado: juega de tacón y baila con la pelota en los pies.
Demasiado sutil ante la rudeza del resto.
No entendió la
violencia de su defensor: horas antes en la habitación del hotel, le había
rogado que lanzara para él un penalti más.
Colocó el esférico
concienzudamente y a través de un cartabón imaginario, lo incrustó por toda la
escuadra.
El terreno de juego
dicen que es un rectángulo ligeramente achatado por las porterías.
Se rieron de él al
afirmar que el universo giraba en torno a un campo de fútbol. Eran otros
tiempos: la era pre-mundial.
Creó un rectángulo
de hierba. Pintó las líneas de banda, áreas y círculo central. Al 6°día, las
porterías. Y al 7°, inició el mundial.
Los
jugadores sueñan con la portería rival, tantos años buscándola.
Los espectadores
pidieron el cambio a mitad del encuentro pues estaban cansados de animar.
El terreno de juego
se convirtió en un tablero de ajedrez: los defensas se movían de uno en uno y
los delanteros tan sólo en diagonal.
Desde el pitido
inicial una de las porterías se enamoró del balón. Cuando llegó el primer gol
lo enredó en sus redes para no soltarlo.
Las porterías son
rectas, las áreas también, y las bandas aún más largas y paralelas. Lo del
esférico es sólo por dar la nota.
Cuando amanece el
gallo canta golgolgolgolgooooool y nos despierta claro.
El camino a la portería contraria se hizo largo: aprendí a andar, me gradué en el instituto,
tuve familia y llegué con mi bastón.
1 comentarios:
Muy buenos. El del cartabon y el del público me encantan.
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