Imagen tomada de la Red
Para oprobio y vergüenza familiar nuestro único hijo ha tomado un camino
equivocado. Su bisabuelo, su abuelo y como no podía ser menos su padre, todos
de nombre Sebastián, hemos dedicado la vida al Derecho. Son muchos los años y
el esfuerzo invertido inculcándole el gusto por la abogacía, jugando a jueces y
magistrados, visitando los juzgados de todo el mundo, para que en sus cuadernos se empeñe en escribir cuentos
y más cuentos. Ya nos lo advertía el Comité
Evaluador del Instituto: - este chico
anda todo el tiempo en la parra- pero no lo quisimos ver. Ahora rogamos al
destino para que nos conceda una prórroga.
Se nos queda la cara de medusa al
pensar que un escritor habita entre nosotros.
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Participó en el concurso mensual de abogados. Debía contener las palabras en negrita.
6 comentarios:
¡Muy bueno, David! Bien encajadas esas palabras (elección siempre puñetera) obligatorias.
Me gusta el tono ácido del relato.
Un abrazo,
David, un escritor en la familia es peor que una oveja negra en un rebaño. Hay que tener cuidado con ellos.
Bien insertadas las palabrejas en el microrrelato.
Un abrazo.
Ciertamente es una tragedia, les acompaño en el sentimiento, la verdad.
Te ha quedado muy bien y las palabras obligatorias, jorobadas como siempre. Por cierto, hace mucho que no participo: ¿debería?, lo pensaré.
Un escritor en casa ufff jeje Saludos
Coincido con Pedro: ese tono ácido llena todo el relato de un sabor peculiar.
Un saludo.
Me encanta la sorna con la que envuelves el relato. Tener un hijo escritor en esa casa parece que es lo peor que puede pasarles. Una mancha en la familia. Las dichosas palabritas me parecen de lo más puñeteras para encajarlas en un mismo texto sin que pierda el sentido.
¡Beso!
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