Teles, así es como decidieron llamarla los del pueblo, por su gran belleza y perfección, poco a poco ha conseguido adaptarse a las costumbres de las gentes de tierra.
Por las mañanas se levanta, se asea, desayuna y se dirige al trabajo que le han buscado para ella.
Tiene un comportamiento muy normal, a pesar de sus diferencias y limitaciones, a pesar de ser de fuera y de profundos mares y de sentirse siempre observada. Es incluso muy sociable.
Pero los días de lluvia todo cambia. La humedad la atrapa y se aferra al cristal de la ventana de su habitación, donde las gotas de lluvia deslizan recuerdos de mundos lejanos, recuerdos de su otra vida dejada atrás. Y allí permanece mesándose su larga melena pelirroja, horas y horas, con el inseparable peine que lleva colgado en el cuello y que no permite nunca tocar a nadie.
En el pueblo saben que deben aceptarle estas ausencias. Saben que se enamoró de uno de los marineros que frecuenta estos puertos, que el amor lo puede todo y por eso llegó. Y saben también que deben dejar que libere sus cantos de sirena en los días de lluvia.
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Después de mucho tiempo participo con este microrrelato en la convocatoria de Esta Noche Te Cuento sobre "la nostalgia y la tristeza". Clic aquí para leer otros textos participantes.