Por si la volvíamos a ver volar, cada día al atardecer, cuando los rayos anaranjados del sol tiñen el cielo, antes de que la oscuridad de la noche lo envuelva todo, nos asomamos a la ventana cargados de esperanza, según ella insistía, lo último que se pierde en la vida. Papá nos explicó que se fue para siempre, que la tenemos en nuestras fotos, en nuestros recuerdos. Pero papá no se mueve, permanece también asomado a la misma ventana, con los ojos vidriosos, por si le da por volver igual que se marchó.
