Habría sido insufrible ver a ese pedazo de cachas haciéndole el boca a boca. Fueron segundos interminables. Recostado en la orilla, con las olas rompiendo sobre su cuerpecito, permanecía inmóvil. Y yo, corriendo sobre la arena, sorteando sombrillas y curiosos, trataba de llegar junto a él. Justo cuando parecía no haber vuelta atrás y ya me ponía en lo peor, sobre el pecho del socorrista, lanzó una bocanada de agua salada. Y comenzó a ladrar. Habría sido imperdonable semejante distracción.
Siguen las nieblas, heladas débiles
Hace 3 horas
2 comentarios:
hay que intentarlo.....quien sabe si alguna vez eligen uno tuyo.....
Nunca se sabe visir...quien no apuesta, no gana
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
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