Imagen tomada de la Red
Desde pequeña Apala destacó entre las niñas del
poblado. Tenía unos inmensos ojos de tonos miel y menta, que junto a su
piel dorada y su cabello negro azulado la hacían poseedora de una belleza
especial.
Todos los hombres la miraban como a una diosa y
las mujeres, a pesar de que sus maridos nunca tuvieron contacto con ella,
recelaban de la muchacha.
Se sabía deseada y odiada al mismo tiempo.
Decidió marcharse a vivir lejos del poblado, a una cueva en la falda de
una montaña.
Al atardecer montaba en su caballo y llegaba
hasta el recodo del río donde se sentaba a contemplar las escandalosas aguas
que caían desde la cascada, para después sumergirse entre la espuma y volver
con la sangre fresca a descansar contemplando las estrellas.
Aquella tarde el río traía un cuerpo moribundo
que Apala atrajo hacia la orilla. Tras reanimarle, lo cuidó y lo mimó
hasta que estuvo totalmente recuperado.
El corazón de la muchacha descubrió un
sentimiento nuevo. Él también estaba fascinado por la belleza de la nativa,
pero tenía para ella otros planes.
La llevaría hasta su prostíbulo donde sería la
más cotizada. Ya se veía envidiado cuando paseara con ella por los garitos de
sus colegas.
Apala sintió el don de sus antepasados y
conoció los planes del forastero. Tomó la aguja que sujetaba sus cabellos y la
hundió en el pecho del hombre.
...
Sus ojos parecían esmeraldas licuadas al encuentro del manantial de rubí que manaba de su amor.
2 comentarios:
Gracias Virtudes por participar. Suerte.
Si alguien quiere hacer un dibujo, ilustración de este microrrelato será bienvenida, si consigo que haya una para cada uno los podría añadir en el archivo pdf preparado con todos los micros presentados.
Un saludo Indio
Mitakuye oyasin
Me encanta la imagen que has escogido para el relato.
Y también que hayas corregido el "temía" por "tenía" sin haberlo avisado.
Gracias. Muchas gracias.
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