Imagen tomada de la Red
El arco de aromática madera de arce se afinaba
paralelo a la tierra. El Hechicero Haida me adiestraba. Después dijo que lo
elevara y tensara, siempre el gorguz del lado de mi vista, aunque apuntar
era irrelevante. Creí entonces que rezaba, pero solo dijo: ¡Suelta!
El proyectil se abría paso entre unas sequoias
de ensueño. Sentado a horcajadas sobre su fuste, quien pilotaba el dardo era
yo. ¡Aquí surcaba algo más que la atmósfera de la tradicional Nueva Inglaterra
y el viejo Canadá! Ni
rastro de descendientes de los franceses o de otros hermanos blancos como yo,
ni tan siquiera hermanos de otras tribus del noreste. Además de la pericia con
el arco, guiaba la flecha mi ánimo definitivo de no regresar.
Pero por algo Kuku, El Chamán y Sanador Haida,
llevaba Vidas preparando con sabiduría las raíces de kopokil que antes del Tiro
con Arco me había procurado. Noté su mano selvática y abrí los ojos de nuevo en
el poblado con el carcaj vacío y el arco en una mano. A treinta metros
permanecía la diana de cuero con mi gabán a la moda de New Hampshire sujeto con
espinas. La flecha había clavado a ciegas en el punto de mi prenda que
correspondía a la parte del cuerpo donde anidaba la enfermedad. En ese momento,
El Veterano Haida reía con musicalidad de regato, y yo, el único dolor que
sentía ya, era también al desternillarme a carcajadas, pues había aniquilado
para siempre mi eterno mal.
1 comentarios:
Gracias Juan por participar. Suerte.
Si alguien quiere hacer un dibujo, ilustración de este microrrelato será bienvenida, si consigo que haya una para cada uno los podría añadir en el archivo pdf preparado con todos los micros presentados.
Un saludo Indio
Mitakuye oyasin
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